miércoles, 18 de abril de 2012

La primavera nunca tuvo un color tan bonito.



Tiene los ojos tan verdes, que la primavera le tiene envidia.
Y para mí si no me mira, la primavera nunca llega.

Lo peor de bucear en sus pupilas es la profundidad
que hace que sientas que ocho manos
te estrujan el corazón hasta robarte
la última gota de amor,
y por ser tú otra de recuerdo...
por si se te ocurre olvidarme.

Al fin y al cabo te acabas acostumbrando
a que tu vida tenga los ojos verdes y a esa profundidad,
y si te falta, el corazón te deja de latir...
por la nostalgia... supongo,
y a mí se me empiezan a marchitar las hojas
de tanto mirar y no encontrar la primavera.
La verdad es que nunca
me gustó el otoño, y menos si significa
que me espera un invierno
sin el respirar de las flores
y sin que colecciones "te quieros" en frascos
de tanto estrujarme el corazón.

Por eso mírame aunque sea con odio,
aunque sea con rencor...
con amor si puede ser,
que me da igual, que mi corazón
va a seguir bombeando las mismas fragancias
que un día le regaló la primavera,...
la de tus ojos.

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